Día 0 - Separación
El éxodo ya comenzó.
Nosotros no sabemos qué nos deparará el misterioso Invernadero, que nos infunde desde ya algunos temores, pero los diagramadores partieron, no sin algunas lágrimas, al Nido de Ratas. Emotiva fue, sin duda, la despedida del Orlando y el Gordillo, con llantos histéricos de ambos. A todos se nos hizo difícil mirar, sobre todo cuando el Orlando, liberando deseos largamente contenidos, le agarró la nalga a nuestro compañero. Algunos incluso sucumbimos a la náusea. El Gonzalo, por otro lado, se mordía las uñas de los celos.
La Sandrita tampoco pudo evitar lagrimear al empacar su machete hasta una próxima oportunidad. "Con suerte, no lo necesitaré para que rueden cabezas", dijo, y clavó una mirada furiosa en el Roque, que casi se orina en los pantalones.
Mientras tanto, los que nos quedamos aquí vamos preparando los bividís, el bloqueador, las sandalias y las hojas de palmera para abanicarnos (por consenso entre los hombres, hemos decidido que empezarán haciéndolo todas las mujeres menos la Nadya, que bien podría golpearnos con una de ellas). Sin embargo, aunque calurosa, la estadía en el Invernadero no será comparable a unas vacaciones en el Caribe, sino más bien a unas en las playas haitianas durante el terremoto, con el sol achicharrante y el temor constante a que el cielo se caiga sobre nuestras cabezas.
El único que mantiene altas las esperanzas es el Lucho, pues, debido a la cercanía, podrá concentrarse en conquistar al que ha sido su amor platónico desde su llegada aquí: la Marujita.
Dios nos guarde.
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